¿POR QUÉ EL ESTRÉS NOS ENFERMA?
Si os dijeran que hicierais una lista del tipo de cosas que os producen estrés , ¿ qué escribiríais?
Sin lugar a dudas seguro que entre ellas aparecerían situaciones como los atascos, las fechas límites, las relaciones familiares, las preocupaciones económicas….
Este tipo de agentes estresantes corresponden a nuestra vida actual, que es muy distinta a la que vivieron nuestros antepasados y qué decir el mundo animal.
¿Y si pensásemos como mamíferos ? Seguro que la lista sería completamente diferente. Hablaríamos entonces de heridas graves, depredadores, muerte por hambre…
Para los animales, los acontecimientos de la vida que mayor trastorno causan son los agentes estresantes físicos agudos , donde a pesar de su dureza, las respuestas corporales se hayan magníficamente adaptadas para enfrentarse a este tipo de emergencias.
También podemos encontrarnos con agente estresantes físicos crónicos . Por ejemplo imaginemos que la cosecha que estábamos esperando diera sus frutos, se ha ido al traste por razones climáticas y los siguientes meses tenemos que caminar veinte kilómetros diarios para conseguir comida. Este tipo de situaciones que no sólo viven los animales sino también el ser humano en otras regiones del planeta, también se gestionan de manera adecuada mediante nuestras respuestas corporales.
En un tercer grupo tenemos los agentes estresantes psicológicos y sociales . Desde el punto de vista evolutivo del reino animal, el estrés psicológico es un invento reciente donde los seres humanos experimentamos emociones muy intensas relacionadas con simples pensamientos.
Para la inmensa mayoría de los animales el estrés consiste en una crisis pasajera, mientras que en nuestra vida moderna, preocuparnos por la hipoteca o en por qué le han dado injustamente el puesto que me merecía al trepa de la oficina... pueden activar durante meses y meses un sistema fisiológico que ha evolucionado de momento, sólo para responder a emergencias agudas de tipo físico.
Y ahí viene el problema. En los últimos años nuestra vida ha cambiado muy rápido :
- nuestra alimentación ha empeorado (comemos más de la cuenta, en numerosas ocasiones no comemos comida real sino ultraprocesados, azúcares etc….)
- nuestro nivel de actividad ha disminuido considerablemente
- nos hemos inventado astucias para “ganar tiempo” pero el tiempo que hemos ganado en vez de dejarlo libre, lo rellenamos con más actividades y más obligaciones, para tener aún menos tiempo libre y “necesitar” otra vez más inventos para seguir ganando más tiempo.
Estos grandes cambios en el estilo de vida, se han producido en muy poco tiempo mientras nuestro sistema fisiológico sigue siendo el de antes . Pero no sólo nos estresa lo que nos sucede, sino nuestros propios pensamientos.
Un agente estresante es todo aquello que destruye nuestro equilibrio (homeostasis). Este agente estresante puede suceder o puede ser también la simple anticipación de que algo malo va a ocurrir en un futuro lejano.
La respuesta al estrés se puede poner en marcha no sólo frente a una lesión física o psicológica, sino también ante la posibilidad de que ello ocurra, simplemente mediante el pensamiento.
¿Cómo funciona nuestro sistema nervioso frente al estrés?
El sistema nervioso autónomo regula las funciones inconscientes: respiración, digestión, frecuencia cardíaca…
Consta de dos partes: el sistema nervioso simpático y el parasimpático.
Imaginemos un árbol de Navidad con luces rojas y azules. Nunca se apagan del todo pero hay momentos en los que se encienden más las rojas y las azules disminuyen hasta casi apagarse y en otros momentos se alterna y son las azules las que se intensifican y las rojas las que casi desaparecen.
Simplificando digamos que así funciona este sistema donde estas luces serían el simpático y el parasimpático.
El sistema nervioso simpático se encarga de prepararnos para una situación de lucha o huida y el sistema nervioso parasimpático para situación de calma y relax.
Con el simpático aumenta la frecuencia cardíaca, respiratoria, contenemos la micción(fase de llenado), nuestra sangre se dirige a la musculatura preparada para que salgamos corriendo aunque estemos quietos en el atasco sabiendo que llegamos tarde….
Y el parasimpático nos prepara para cicatrizar, regenerar, reparar, miccionar (fase de vaciado) digerir, dormir...
Con lo que tiene que haber un equilibrio y no un predominio de uno frente al otro. Estar en equilibrio metafóricamente implica ese paso de luces rojas a azules y viceversa de forma ordenada y rítmica, como en el ejemplo del árbol.
Las zonas del cerebro que activan el componente simpático cuando se produce una emergencia estresante o cuando la prevemos y suelen inhibir el parasimpático al mismo tiempo.
O corro o cicatrizo, o lucho o duermo, o peleo o hago la digestión.
El estrés mantenido en el tiempo rompe nuestros ritmos y equilibrios lo cual acaba siendo nocivo para nuestra salud.
Si todos los días se viven como si fuera una emergencia, hay que pagar un precio.
Si se pone en marcha energía de forma continua a costa de su almacenamiento, nunca se dispone de reservas
. Aumenta la fatiga, disminuye la capacidad de adaptación física y psíquica y aunque en un primer momento, el estrés puede aumentar la analgesia, para ayudarnos a salir de esa situación perjudicial (nos prepara para huir o luchar) al prolongarse, las sustancias opioides y analgésicas producidas por el cuerpo, se acaban agotando aumentado nuestra percepción del dolor
.
¿Qué puede aportarnos la fisioterapia?
La radiofrecuencia
tiene efecto analgésico, antiinflamatorio y simpaticolítico (calma el sistema nervioso simpático).
La terapia manual contribuye a recuperar el equilibrio neurovegetativo, disminuye el dolor generando sensación de bien-estar y mejora nuestra conexión cuerpo-mente al enriquecer nuestra conciencia corporal y capacidad perceptiva.
Si arrastras últimamente cansancio, rigidez o dolores, no dudes en consultar.










